Es poco probable que este duelo cambie el voto de espectadores e internautas estadounidenses.
Frente a decenas de millones de estadounidenses pegados a sus pantallas, el debate entre Donald Trump y Joe Biden el martes se anuncia como un gran evento, aunque su impacto en la elección de noviembre podría ser limitado en un país tan polarizado que hay pocos indecisos.
El primer duelo entre Donald Trump y Hillary Clinton en septiembre de 2016 registró una audiencia récord de 84 millones de personas.
Aunque las cifras aguardadas el martes son similares, serán más del triple de la audiencia de los discursos del presidente y su rival en las convenciones republicana y demócrata. Solo el Super Bowl de fútbol americano tiene más audiencia, con unos 100 millones de telespectadores.
“Es un momento único, el único momento en que vemos a los dos candidatos juntos y a los dos grandes partidos debatir ostensiblemente, fuera del Congreso”, subraya John Koch, profesor experto en debates en la Universidad Vanderbilt.
Sin embargo, es poco probable que este duelo cambie el voto de espectadores e internautas estadounidenses, bombardeados desde hace semanas por la publicidad electoral para la elección presidencial del 3 de noviembre, subrayan analistas.
Todos recuerdan como la exsecretaria de Estado fue considerada ganadora de los tres debates en 2016, para luego perder la elección.
Esta desconexión entre el desempeño de los candidatos y el resultado de los comicios no es nueva: el demócrata John Kerry también fue considerado ganador de los debates contra el presidente saliente George W. Bush en 2004, en vano.
La última vez que un debate influyó en los sondeos fue en 1984, cuando Ronald Reagan, entonces el presidente estadounidense más viejo de la historia con 73 años de edad, balbuceó frente a Walter Mondale, recuerda Bob Erickson, de la Universidad de Columbia. Pero Reagan rebotó en el debate siguiente donde destacó la “juventud e inexperiencia” de su rival, y ganó la elección.
Desde el primer duelo televisivo estadounidense de 1960, que opuso a Richard Nixon y John F. Kennedy, los debates se han tornado mucho menos informativos, señaló Michael Socolow, historiador de los medios en la Universidad de Maine.
En 1976, el demócrata Jimmy Carter aún pudo “presentar ideas nuevas” durante el debate frente al presidente saliente Gerald Ford, dijo. Hoy “los espectadores saben lo que (los candidatos) van a decir antes de que el debate tenga lugar”, y el ejercicio es esencialmente “un espectáculo que permite verificar si conocen bien su texto”.
Sobre todo cuando el clima político es tan polarizado que los indecisos -que podrían inclinarse a un lado u otro en un debate- “se han tornado raros”, subrayó Koch.
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